jueves, 4 de junio de 2009

Cartagena pobreza, pandillismo y muerte en las faldas de "La Popa"


- Dos asesinatos en una semana-

-Libardo Muñoz-

En las faldas del cerro de La Popa, se encuentran barrios de nombres tan disímiles como "Palestina" y "Paulo Sexto", pero los dos forman parte de un "apartheid" no declarado donde imperan la pobreza, la exclusión y una frustración social que hoy se refleja en el auge de un pandillismo juvenil que crece silencioso y amenzante.

Las pandillas tienen nombres que reflejan odio como la de "Los Matarratas", de la que era miembro Carlos Mario De ávila Crespo, hoy sepultado en medio de juramentos de venganza, cobrada apenas unas horas después del ruidoso sepelio. Los de "Palestina", con una pandilla de más de cincuenta jóvenes con edades que oscilan entre los 15 y los 18 años, mataron a Ricardo José Contreras Torres, y aún no cesan las amenazas que llevan unas tres semanas. Es probable que la cantidad de víctimas aumente, sin que se sepa realmente cuál es el motivo de un choque sin sentido.

Las escenas de violencia juvenil en esta zona de Cartagena parecen sacadas de una guerra que ocurre a muchos kilómetros de distancia, pero la realidad es que se trata de un escenario urbano donde la pobreza y la exclusión son el telón de fondo.
Muchos años de pobreza acumulada, de falta de oportunidades, de analfabetismo, de exclusión y de abandono estatal, se suman en estas elavaciones que forman parte del más notorio accidente geográfico de Cartagena: el Cerro de La Popa, con su convento colonial y su mirador desde donde se ve una ciudad de aspecto tranquilo, que goza de su nombre de Patrimonio Cultural de La Humanidad.
En las faldas de La Popa se acumulan hoy unas veinte mil casas, construidas con cualquier clase de material al alcance de familias pobres, en su mayoría afrodescendientes, víctimas de un desplazamiento forzoso infame.

Otras familias vienen de pueblos de Bolívar y de otras regiones de la costa, son en su escencia campesinos sin campo, gentes que abandonaron sus parcelas por la fuerza avasalladora de terratenientes y de bandas paramilitares. No es difícil saber su origen, pues basta escucharles su acento y su nostalgia reflejada en cuentos de sus ancestros.

Los barrios de La Popa no tienen servicio de agua, es imposible una recolección de basuras regular por la composición del terreno, la salud pública es menos posible que en otros sectores populares, mientras la electricidad y el alcantarillado son ilusiones para toda una comunidad donde se produjeron en sólo una semana dos asesinatos y una media doncena de heridos.

El Estado no tiene siquiera un principio de solución para la escandalosa situación de los barrios marginados de La Popa, el modelo neoliberal con que se gobierna a Cartagena tiene, a lo sumo, medidas policiales como las de la semana pasada cuando fueron enviados escuadrones del Esmad y tanquetas policiales, modelos a fotografiar para la prensa que vive del morbo colectivo por la muerte y la violencia. Se trata de pequeños escándalos que duran pocas horas en la retina de lectores que no encuentran nada de fondo.
A pocas cuadras de allí, condominios en construcción anuncian planes para vivir como "en Barcelona", o como para sentirse en "El mediterráneo".

El turismo para estos barrios de las lomas de La Popa es un espejismo que beneficia a unas pocas familias que manejan el puerto privatizado, el corredor de carga, los centros de convenciones y los "paquetes" que incluyen visitas a joyerías y boutiques de los gran des hoteles.

Una acumulación silenciosa de desprecio, parece agigantarse detrás de una represa que comienza a agrietarse incontenible desde las faldas de un cerro de familias con hambre y sed de inclusión social.

★VOZ/ Prensa PCC


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