jueves, 26 de marzo de 2009

LA GENERACIÓN DE LA CUARTA GUERRA



Luis Britto García

Antiguas voces hablaron de guerra.

Samuel Taylor Coleridge: “Kublai Khan”
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Mucho se habla de la Guerra de Cuarta Generación; prácticamente nada de la Generación de la Cuarta Guerra, que ya ha empezado.

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Las crisis traen guerras y éstas crisis. La de 1790 radicaliza la Revolución Francesa y anuncia las campañas napoleónicas. Estados Unidos interfiere en la Guerra de Independencia de Cuba en 1898 para salir de una grave recesión que arrastraba desde 1873. El siglo XX comienza con otra crisis económica mundial, para remontar la cual el capitalismo declara la Primera Guerra, también Mundial. El armisticio desencadena otra crisis de postguerra que barre con Italia, Alemania, gran parte de Europa y que en Estados Unidos revienta con el crash bursátil de 1929, que inevitablemente llevan al siguiente conflicto. La declaración de hostilidades sólo desenmascara la contienda iniciada.

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Aceptan los ingenuos como arranque de la Segunda Guerra Mundial la invasión de Polonia en 1939, pero las hostilidades ya estaban declaradas desde la invasión de Mussolini a Abisinia en 1935, la Guerra Civil de España en 1936 y la anexión alemana de Austria en 1938.

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Creen los ilusos que la Guerra del Pacífico comienza en 1941 con el ataque contra Pearl Harbor, pero en realidad había empezado desde 1934 con la invasión japonesa a Manchuria y la intervención de Estados Unidos en China con armamentos, pilotos y el embargo petrolero impuesto a Japón.

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La única fecha cierta de comienzo de una guerra es la de la firma de la paz de la anterior, que invariablemente inaugura la inmediata crisis de postguerra.

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Pues la naturaleza perversa del capitalismo es tal que, cuando se copa la demanda relativa –la de quienes no sólo necesitan un bien sino que además tienen dinero para comprarlo- la producción restante no puede ser adquirida por quienes la necesitan y no tienen medios, y el mercado se inunda con un excedente invendible que provoca la quiebra de empresas, los despidos masivos, la disminución del consumo y la parálisis del aparato productivo.

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Entonces, la producción sólo puede ser reactivada mediante una intervención estatal que con medidas políticas cree una demanda de bienes no destinados al mercado. Los planes keynesianos de inversión pública, las grandes obras como las autopistas fascistas o las represas del New Deal de Roosevelt alivian la situación, pero no la resuelven.

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Entonces hay que producir bienes que no copan el mercado porque sólo sirven para ser destruidos junto con quienes los manejan: fusiles, tanques, bombas. Para revivir el cadáver del capitalismo hay que matar seres humanos.

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Alemania e Italia remontaron sus crisis de postguerra con una carrera armamentista que los llevó directamente a la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos capeó el crash de 1929 con grandes inversiones en programas sociales y obras públicas, pero su economía sólo resucitó cuando el conflicto planetario le permitió activar sus industrias para producir armamentos y reclutar a sus cesantes como soldados.

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De la crisis de postguerra que dejó la Segunda Guerra Mundial sólo se emergió a partir de 1950 con la Guerra de Corea, que a su vez dejó una recesión que apenas remontó la Guerra de Vietnam, la cual abrió otra crisis que apenas alivió el dispendio inútil de la Guerra de las Galaxias, tras la cual comenzó otra depresión que no han podido paliar las guerras del Golfo, la de Kosovo, la de Afganistán ni la de Irak.

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Estados Unidos, primera economía del mundo capitalista, responsable de cerca de un cuarto del Producto Interno Bruto Mundial, es el primer golpeado por la crisis: entre el último trimestre de 2008 y comienzos de 2009 su producción industrial decrece 11%; sus exportaciones bajan 22%, su consumo de bienes durables se contrae en 22% y el de bienes no durables en 7%, su PIB cae a una tasa de 3,8%, que al descontarle los inventarios baja a más de 5%; En mayo de 2008 el desempleo se incrementa al 11%, mientras el precio de las viviendas cae un 10% a lo largo del año pasado (Bernstein, Jorge: “Acople depresivo global”, ABP, 20-1-2009). 3.600.000 estadounidenses pierden sus trabajos; la Organización Mundial del Trabajo calcula que para fines de 2009 se perderán 50 millones de empleos en el mundo; el nuevo director de inteligencia nacional, Dennis C. Blair, declara que la crisis es la mayor amenaza a la seguridad de Estados Unidos, mayor que el terrorismo (Nelson D. Schwartz: “Empleos alterados”; The New York Times, 21-2-2009,p.3).

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La única carta que le queda a Estados Unidos por jugar es la supremacía militar. Su economía no pudo evitar esta crisis ni siquiera con el desorbitado gasto militar de 623.000.000.000 dólares para 2007, superior al del resto del planeta; con el cual mantiene 800 bases militares, 9 flotas, y una alianza con la OTAN y la Unión Europea. El imperio necesita desesperadamente pretextos para incrementar la producción de armamentos y con ello activar sus industrias, emplear obreros y ocupar reclutas en la destrucción de países.

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Presas no le faltan. El sistema industrial contemporáneo se mueve mediante el petróleo; cuyas reservas son decrecientes, y es probable que duren poco más de cincuenta años. Desde mediados del siglo pasado, con la desestabilización de países petroleros, el apoyo a Israel, la agresión contra Libia, el fomento del conflicto entre Irak e Irán, la invasión a Afganistán, la intervención en el golpe y el sabotaje petrolero en Venezuela, la invasión a Irak, la persistente amenaza contra Irán y la escaramuza de Osetia, Estados Unidos está involucrado en una incesante guerra cuyo objetivo es el saqueo y el control de la energía fósil del mundo.

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Mientras las emisiones de gases de invernadero del mundo desarrollado alteran el clima y desatan la crisis alimentaria, Estados Unidos inicia otra guerra mediante el Plan Puebla Panamá y el Plan Colombia por el control de los hidrocarburos y las aguas, la biodiversidad y las tierras cultivables de América Central, la Amazonia y América del Sur a fin de aplicarlas a la producción de biocombustibles en lugar de la de alimentos. Y desde 2003, el subsecretario de Estado para Control de Armas y Solidaridad Internacional adelanta la Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación, un bloqueo naval global que pretende reunir mil buques de guerra para incomunicar a los países díscolos, y del cual la reactivación de la IV Flota no es más que un aspecto.

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Esta perpetua subordinación a los imperativos de la economía de guerra provoca la pérdida de control de la sociedad y del aparato político de Estados Unidos sobre su Complejo Militar Industrial y sus aparatos de seguridad, al cual las Leyes Patriotas excluyen de todo control jurisdiccional. Según declara el representante demócrata de California Brad Sherman, los disparatados auxilios financieros fueron aprobados porque “a unos pocos incluso se nos dijo que habría ley marcial en EEUU si votábamos que no” (Peter Dale Scout: “El rescate financiero de Paulson”, Rebelión, 13-01-2009). En su carta a Obama, el Premio Nóbel Pérez Esquivel considera “preocupante que una de las primeras medidas de su gobierno haya sido ordenar bombardeos en Afganistán, matando población civil, según informa el diario paquistaní The News (25-1-09), bajo el pretexto de que son ´terroristas´, y decida enviar 30 mil soldados más para ´defender la democracia´”. El ejército tradicional ejerce una desmesurada presión contra la privatización de la guerra a través de compañías como Blacwater. Mientras Obama ofrecía en julio de 2008 una retirada rápida de Irak, el New York Times reveló el 4 de diciembre que el Pentágono planeaba mantener allí 60.000 soldados “por un largo período, incluso hasta después de 2011”. Al conservar al Secretario de Defensa Robert M. Gates, adversario del plan de retirada, Obama abdica su poder de decidir sobre la prolongación de la guerra. O sobre el inicio de otra.

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Estados Unidos quiere llevarse a su sepultura al resto del planeta. La creciente economía de China, la expansiva economía de India y de Pakistán, la agredida Rusia, el amenazado Irán, los Tigres del Asia, el avanzado Japón, no se resignarán a una confiscación unipolar de la energía fósil, sin la cual el mundo no funciona. Para desmontar esta dinámica diabólica, hay que desmontar el capitalismo.

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jueves, 19 de marzo de 2009

Amenazas paramilitares dentro de la Universidad de Cartagena


-Libardo Muñoz-Corresponsal Pacocol

Cartagena. En paredes pasillos y baños de la Universidad de Cartagena aparecieron consignas amenazantes de grupos paramilitares que están bajo investigación, y que causan temor entre toda la población estudiantil y administrativa de la institución.

Como es usual en esta clase de amenazas se anuncia muerte a izquierdistas, dirigentes estudiantiles, líderes e investigadores sociales destacados en varios campos.

La policía dió por capturado a un individuo hasta ahora no identificado, quien declaró que escribió las consignas por iniciativa propia y en venganza por una supuesta decepción amorosa, pero esta versión no satisface a la comunidad universitaria, pues la aparición de los "graffitis" coincide con una ola de hojas volantes en barrios de la ciudad en las cuales se amenaza en términos parecidos a los que aparecieron en la Universidad de Cartagena.

Las mismas hojas volantes circulan en municipios cercanos a Cartagena, por lo cual el Polo Democrático Alternativo de Bolívar dio a conocer una declaración exigiendo a la Gobernación departamental y a las autoridades policiales una postura clara contra lo que puede ser la antesala de un baño de sangre.

Cartagena está registrando en los primeros meses del año un alarmante aumento del asesinato en todos los estratos, cometidos con la misma modalidad de sicarios motorizados que desaparecen en cuestión de segundos del lugar de los hechos.
La impunidad impera alrededor de estos crímenes que se suman a los atracos a plena luz del día en el centro, en inmediaciones de cajeros automáticos y sucursales bancarias.

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martes, 3 de marzo de 2009

«The Washington Post» descubre la miseria y el hambre de Cartagena




Por Libardo Muñoz


Una crónica del influyente periódico «The Washington Post» se refiere a Cartagena, Colombia, y compara la situación de los pobres de esta ciudad con el África Subsahariana.

En realidad, la pobreza y la miseria de los barrios que no se ven en las tarjetas postales, son la obra maestra del neoliberalismo en nuestro medio; hambre, desnutrición, desempleo y atropellos de un sistema de privilegios que al tiempo que construye 7 mil apartamentos en sectores exclusivos, acepta que aquí no hay tierra para hacer viviendas de interés social.

Sin embargo, hace pocos días un grupo de «dirigentes empresariales», lanzan la idea de construir un nuevo aeropuerto entre Cartagena y Barranquilla, en un punto equidistante, cuando en el fondo lo que existe es un interés de lucro con las tierras que hoy ocupa el aeropuerto Rafael Núñez, que sólo requiere unos detalles para mejorarlo y modernizarlo. Pero además, en el fondo, hay otro punto que llama la atención de la «idea» y es convertir el aeropuerto Ernesto Cortissoz, de Barranquilla, en una base de «aviones de guerra», que daría albergue a la base militar estadounidense de Manta, cuando Ecuador los saque de su territorio.

«Dentro de la muralla española construida para rechazar los ataques de los piratas está una joya colonial, el corazón histórico de esta ciudad en la costa noroeste de Colombia, perfecta con sus habitaciones de hotel a 500 dólares la noche, sofisticados restaurantes y apartamentos recientemente renovados, a precios comparables con los de Manhattan. Para el gobierno del Presidente Álvaro Uribe, Cartagena simboliza la nueva Colombia, vibrante y próspera», dice uno de los párrafos de la crónica de «The Washington Post», escrita por Juan Forero.

«Sin embargo, afuera de los viejos muros de 4 siglos, distante de los adoquines y del encanto de la vieja ciudad, se encuentra una hilera de tugurios tan miserables que los funcionarios de la salud pública comparan sus condiciones de vida con las del África sub sahariana.

«A diferencia de aquellos que viven y visitan el próspero corazón de Cartagena, la mayoría de los residentes de los desvencijados barrios son negros. El tráfico de drogas es abundante, los niños están desnutridos y las enfermedades prevenibles son comunes».

Algunos medios periodísticos locales suelen comentar este tipo de crónicas como «mala prensa» para la ciudad, como invento de los comunistas para dañar el negocio del turismo.

«En esta ciudad -dice el cronista Juan Forero- de un millón de personas, 600.000 son pobres y decenas de miles están en la miseria absoluta. El porcentaje de residentes que no pueden suplir sus necesidades básicas, el instrumento usado por los demógrafos para medir la pobreza en Colombia, es de 26 por ciento, casi tres veces el de Bogotá, la capital».

Además de la pobreza interna, Cartagena cuenta con el agravante de ser meta de llegada de cientos de desplazados por el paramilitarismo en la costa, hasta el punto que en diez años la corriente migratoria de desamparados y desalojados del campo se calcula en 80 mil personas.

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domingo, 1 de marzo de 2009

EL CONCEPTO DE SOBERANIA ALIMENTARIA


-LIBARDO MUÑOZ-


Aunque la soberanía alimentaria existía desde cuando las especies pueblan la tierra, sólo ahora se incluye ese concepto en la agenda internacional de las naciones.

"La soberanía alimentaria es un concepto ciudadano que concierne al conjunto de la sociedad, por eso, el diálogo social debe abrirse a todos los sectores sociales implicados", declaró en La Habana, el Foro Mundial sobre soberanía alimentaria realizado allí en reconocimiento a un país pobre, que a pesar de sufrir por más de 40 años un bloqueo económico, ha sido capaz de garantizar con una política de Estado coherente, la alimentación de su población.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO, con sede en Roma, declaró: "una séptima parte de la población mundial, 800 millones de personas, padece hambre, de esta cantidad, una cuarta parte son niños".

El Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria declaró además que las políticas económicas impuestas por empresas transnacionales de espaldas a las comunidades son las causantes de la profundización del abismo entre ricos y pobres.

La base de la Soberanía Alimentaria consiste en la aplicaciónn de procesos radicales de reforma agraria, que permitan a campesinos, indigenas y obreros de la tierra, un acceso democrático, equitativo, a los recursos productivos, agua, abonos, bosques, medios de interlocución, para producir en forma coherente y libre de tensiones sociales desequilibrantes.

"El comercio alimentario internacional debe estar subordinado al propósito supremo de servir al ser humano", enfatiza la Declaración del Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria.

Agrega: "El sistema alimentario no puede ser tratado con la única lógica del mercado, los países subdesarrollados son capaces de producir sus propios alimentos y pueden serlo en el futuro".
En un país como Colombia causa alarma la forma en que se estancó el concepto de la producción alimenticia del campo, por una incapacidad institucional del establecimiento, desinteresado del bienestar colectivo.

La oposición a una reforma agraria ha sido parte de una forma de gobernar. Sobre la base del terror anticomunista, se difundió la información de que sobre los propietarios de tierras venían hordas enteras armadas con la hoz y el martillo a decapitar a todo el que encontrara a su paso.

Tenemos a cambio una sociedad con las necesidades alimentarias en grave riesgo, insastisfechas, al punto de una convulsión colectiva cada vez más inocultable para el régimen mafioso que gobierna en Colombia.

La concentración de la propiedad rural en Colombia ha despojado al campesino de la ilusión de ser dueño del campo.

La propia FAO reconoce que alimentos suficientes sí hay para atender al doble de la población mundial, (12 mil millones de personas) el problema es que "el mercado no responde a las necesidades de la gente, sólo responde al poder adquisitivo".

Grandes cantidades del producto agrario nacional de países como Colombia, son manejados por grupos transnacionales cada vez más reducidos, dueños de un enorme poder para comprar impunidad institucional y manipulación mediática a su favor.

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